TEXTOS FOLCLORICOS: La Bella y la Bestia y La Cenicienta CORREGIDO 2

  TEXTOS FOLCLÓRICOS







 

¡Hola otra vez compañeros! En esta nueva actividad que se nos ha propuesto vengo a hablaros de los textos folclóricos y sus diferentes tipos y haremos especial referencia a la importancia de utilizar el folclore en el aula, además de exponer algunos ejemplos de textos folclóricos.

Para empezar, vamos a definir la palabra “Folclore”. Su origen data en 1846 y fue acuñada por el anticuario inglés William John Thoms, sustituyendo así el concepto “antigüedades populares” que existía hasta la fecha. El folclore hace referencia a diferentes aspectos de la cultura popular, aunque nos hemos centrado en los que tienen relación con la literatura y más en concreto, con la Educación Infantil: canciones, leyendas, romances, fabulas, cuentos, trabalenguas…

Pero ¿qué son los textos folclóricos? Los textos folclóricos son aquellos cuyo autor es anónimo debido a que son textos de transmisión oral que se han ido transmitiendo de generación a generación y que se han ido modificando en función de la cultura, la época, la sociedad… la tradición oral es la historia de un pueblo, de una sociedad que avanza a la vez que con ella se moldean sus historias, vivencias y tradiciones.

Una regla imprescindible para el maestro es que los textos folclóricos son para contar y cantar mientras que los textos de autor son para leer.

 

Los textos folclóricos tienes tres características fundamentales:

Anonimato

De transmisión oral

Multiplicidad de variantes

En el folclore no podemos hablar autores, sino de recopiladores o adaptadores.

Los autores de los textos folclóricos son las personas que transmitían las historias de generación en generación y de pueblo en pueblo.

Se transmitía oralmente de generación a generación y se han ido modificando en función de la cultura, la época, la sociedad…

El problema de la transmisión oral es que, si dejaba de contar la historia, ésta desaparecía.

Son considerados textos populares que reflejan la historia de un pueblo.

Hay múltiples versiones de una misma historia pues al transmitirse oralmente los narradores de las historias las podían cambiar según creyesen.

 

Quiero resaltar que los textos folclóricos no pueden considerarse literatura para niños en su origen, si no literatura “de grupo” o “de familia”.


LOS GRANDES RECOPILADORES



Charles Perrault

Nace en Francia (1628-1703). Trabajó para la corte de Luís XIV, se dedicó a recoger las historias (se decía que eran las que escuchaba a las nodrizas que contaban a los niños que cuidaban) y las adaptaba con una clara intención que era la de aportar enseñanzas morales a los adolescentes de la corte. Al autor le parecía que los cuentos de hadas eran útiles para instruir, superar adversidades o para estimular la fantasía, pero lo que de verdad le motivaba era el aportar enseñanzas morales a los adolescentes cortesanos de su siglo, y por eso, Perrault consideró que la moraleja era imprescindible, ya que sus historias se basaban más en lo moral que en la literatura en sí.

Hermanos Grimm

Jacob (1785-1863) y Wilhelm (1786-1859) Grimm, también conocidos como los hermanos Grimm forman parte de la historia folclórica mundial. Los grandes clásicos de los cuentos de hadas son de los hermanos Grimm pues sus adaptaciones suelen responder con bastante fidelidad a las versiones recopiladas inicialmente y por ello, sus textos son los más utilizados y estudiados en la educación de los niños.

El “género Grimm” tiene dos características principales, la primera la visión optimista presente en todos los desenlaces y el fácil proceso de identificación de los niños con los héroes de las narraciones que hace que todos quieran convertirse en él/ella.

 

Hans Christian Andersen

Nace en Dinamarca (1805-1875). Andersen transmitió su creatividad y originalidad a sus relatos folclóricos. Intentó mezclar el folclore de su país con su poesía.

Aunque por lo general sus cuentos están destinados a los niños, también son leídos por adultos por su imaginación poética y por el sentido moral y filosófico que se esconde detrás de cada anécdota.

Andersen sentía gran simpatía por los desgraciados e infelices, y por ello muchos de sus cuentos tienen un final triste, donde se reflejan sus complejos, deseos e infelicidades.

Los temas más repetidos son la religión, Dios, la muerte, la incomodidad con el mundo, el joven rechazado y sin posibilidad de éxito, la confrontación entre la razón y el sentimiento…

Se dice que “El patito feo” es considerado una autobiografía de sus sentimientos.

 

La Bella y la Bestia - Jeanne-Marie Le Prince de Beaumont



Había una vez un mercader muy rico que tenía seis hijos, tres varones y tres mujeres; y como era hombre de muchos bienes y de vasta cultura, no reparaba en gastos para educarlos y los rodeó de toda suerte de maestros. Las tres hijas eran muy hermosas; pero la más joven despertaba tanta admiración, que de pequeña todos la apodaban “la bella niña”, de modo que por fin se le quedó este nombre para envidia de sus hermanas.

No sólo era la menor mucho más bonita que las otras, sino también más bondadosa. Las dos hermanas mayores ostentaban con desprecio sus riquezas antes quienes tenían menos que ellas; se hacían las grandes damas y se negaban a que las visitasen las hijas de los demás mercaderes: únicamente las personas de mucho rango eran dignas de hacerles compañía. Se lo pasaban en todos los bailes, reuniones, comedias y paseos, y despreciaban a la menor porque empleaba gran parte de su tiempo en la lectura de buenos libros.

Las tres jóvenes, agraciadas y poseedoras de muchas riquezas, eran solicitadas en matrimonio por muchos mercaderes de la región, pero las dos mayores los despreciaban y rechazaban diciendo que sólo se casarían con un noble: por lo menos un duque o conde

La Bella -pues así era como la conocían y llamaban todos a la menor- agradecía muy cortésmente el interés de cuantos querían tomarla por esposa, y los atendía con suma amabilidad y delicadeza; pero les alegaba que aún era muy joven y que deseaba pasar algunos años más en compañía de su padre.

De un solo golpe perdió el mercader todos sus bienes, y no le quedó más que una pequeña casa de campo a buena distancia de la ciudad.

Totalmente destrozado, lleno de pena su corazón, llorando hizo saber a sus hijos que era forzoso trasladarse a esta casa, donde para ganarse la vida tendrían que trabajar como campesinos.

Sus dos hijas mayores respondieron con la altivez que siempre demostraban en toda ocasión, que de ningún modo abandonarían la ciudad, pues no les faltaban enamorados que se sentirían felices de casarse con ellas, no obstante, su fortuna perdida. En esto se engañaban las buenas señoritas: sus enamorados perdieron totalmente el interés en ellas en cuanto fueron pobres.

Puesto que debido a su soberbia nadie simpatizaba con ellas, las muchachas de los otros mercaderes y sus familias comentaban:

-No merecen que les tengamos compasión. Al contrario, nos alegramos de verles abatido el orgullo. ¡Qué se hagan las grandes damas con las ovejas!

Pero, al mismo tiempo, todo el mundo decía:

- ¡Qué pena, qué dolor nos da la desgracia de la Bella! ¡Esta sí que es una buena hija! ¡Con qué cortesía le habla a los pobres! ¡Es tan dulce, tan honesta!…

No faltaron caballeros dispuestos a casarse con ella, aunque no tuviese un centavo; más la joven agradecía, pero respondía que le era imposible abandonar a su padre en desgracia, y que lo seguiría a la campiña para consolarlo y ayudarlo en sus trabajos. La pobre Bella no dejaba de afligirse por la pérdida de su fortuna, pero se decía a sí misma:

-Nada obtendré por mucho que llore. Es preciso tratar de ser feliz en la pobreza.

No bien llegaron y se establecieron en la casa de campo, el mercader y sus tres hijos con ropajes de labriegos se dedicaron a preparar y labrar la tierra. La Bella se levantaba a las cuatro de la mañana y se ocupaba en limpiar la casa y preparar la comida de la familia. Al principio aquello le era un sacrificio agotador, porque no tenía costumbre de trabajar tan duramente; mas unos meses más adelante se fue sintiendo acostumbrada a este ritmo y comenzó a sentirse mejor y a disfrutar por sus afanes de una salud perfecta. Cuando terminaba sus quehaceres se ponía a leer, a tocar el clavicordio, o bien a cantar mientras hilaba o realizaba alguna otra labor. Sus dos hermanas, en cambio, se aburrían mortalmente; se levantaban a las diez de la mañana, paseaban el día entero y su única diversión era lamentarse de sus pérdidas galas y visitas.

-Mira a nuestra hermana menor -se decían entre sí-, tiene un alma tan vulgar, y es tan estúpida, que se contenta con su miseria.

El buen labrador, el padre, en cambio, sabía que la Bella era trabajadora, constante, paciente y tesonera, y muy capaz de brillar en los salones, en cambio sus hermanas… Admiraba las virtudes de su hija menor, y sobre todo su paciencia, ya que las otras no se contentaban con que hiciese todo el trabajo de la casa, sino que además se burlaban de ella.

Hacía ya un año que la familia vivía en aquellas soledades cuando el mercader recibió una carta en la cual le anunciaban que cierto navío acababa de arribar, felizmente, con una carga de mercancías para él. Esta noticia trastornó por completo a sus dos hijas mayores, pues imaginaron que por fin podrían abandonar aquellos campos donde tanto se aburrían y además lo único que se les cruzaba por la cabeza era volver a la ociosa y fatua vida en las fiestas y teatros, mostrando riquezas; por lo que, no bien vieron a su padre ya dispuesto para salir, le pidieron que les trajera vestidos, chalinas, peinetas y toda suerte de bagatelas. La Bella no dijo una palabra, pensando para sí que todo el oro de las mercancías no iba a bastar para los encargos de sus hermanas.

- ¿No vas tú a pedirme algo? -le preguntó su padre.

-Ya que tienes la bondad de pensar en mí -respondió ella-, te ruego que me traigas una rosa, pues por aquí no las he visto.

No era que la desease realmente, sino que no quería afear con su ejemplo la conducta de sus hermanas, las cuales habían dicho que si no pedía nada era sólo por darse importancia.

Partió, pues, el buen mercader; pero cuando llegó a la ciudad supo que había un pleito andando en torno a sus mercaderías, y luego de muchos trabajos y penas se halló tan pobre como antes. Y así emprendió nuevamente el camino hacia su vivienda. No tenía que recorrer más de treinta millas para llegar a su casa, y ya se regocijaba con el gusto de ver otra vez a sus hijas; pero erró el camino al atravesar un gran bosque, y se perdió dentro de él, en medio de una tormenta de viento y nieve que comenzó a desatarse.

Nevaba fuertemente; el viento era tan impetuoso que por dos veces lo derribó del caballo; y cuando cerró la noche llegó a temer que moriría de hambre o de frío; o que lo devorarían los lobos, a los que oía aullar muy cerca de sí. De repente, tendió la vista por entre dos largas hileras de árboles y vio una brillante luz a gran distancia.

Se encaminó hacia aquel sitio y al acercarse observó que la luz salía de un gran palacio todo iluminado. Se apresuró a refugiarse allí; pero su sorpresa fue considerable cuando no encontró a persona alguna en los patios. Su caballo, que lo seguía, entró en una vasta caballeriza que estaba abierta, y habiendo hallado heno y avena, el pobre animal, que se moría de hambre, se puso a comer ávidamente. Después de dejarlo atado, el mercader pasó al castillo, donde tampoco vio a nadie; y por fin llegó a una gran sala en que había un buen fuego y una mesa cargada de viandas con un solo cubierto. Quizás pecaría de atrevido, pero se dirigió hacia allí. La tentación fue muy grande, pues la lluvia y la nieve lo habían calado hasta los huesos; se arrimó al fuego para secarse, diciéndose a sí mismo: “El dueño de esta casa y sus sirvientes, que no tardarán en dejarse ver, sin duda me perdonarán la libertad que me he tomado.”

Se quedó aun esperando un rato largo, observaba hacia los otros recintos para tratar de ubicar a algún habitante en la mansión, pero cuando sonaron once campanadas sin que se apareciese nadie, no pudo ya resistir el hambre, y apoderándose de un pollo se lo comió con dos bocados a pesar de sus temblores. Bebió también algunas copas de vino, y ya con nueva audacia abandonó la sala y recorrió varios espaciosos aposentos, magníficamente amueblados. En uno de ellos encontró una cama dispuesta, y como era pasada la medianoche, y se sentía rendido de cansancio, entumecido y aturdido de la aventura pasada hasta encontrar este cobijo, decidió cerrar la puerta y acostarse a dormir.

 

Eran las diez de la mañana cuando se levantó al día siguiente, y no fue pequeña su sorpresa al encontrarse un traje como hecho a su medida en vez de sus viejas y gastadas ropas. “Sin duda”, se dijo, “o no he despertado, o este palacio pertenece a un hada buena que se ha apiadado de mí.”

Miró por la ventana y no vio el menor rastro de nieve, sino de un jardín cuyos floridos canteros encantaban la vista. Entró luego en la estancia donde cenara la víspera, y halló que sobre una mesita lo aguardaba una taza de chocolate.

-Le doy las gracias, señora hada -dijo en alta voz-, por haber tenido la bondad de albergarme en noche tan inhóspita y de pensar en mi desayuno.

El buen hombre, después de tomar el chocolate, salió en busca de su caballo, y al pasar por un sector lleno de rosas blancas recordó la petición de la Bella y cortó una para llevársela. En el mismo momento se escuchó un gran estruendo y vio que se dirigía hacia él una bestia tan horrenda, que le faltó poco para caer desmayado.



- ¡Ah, ingrato! -le dijo la Bestia con voz terrible-. Yo te salvé la vida al recibirte y darte cobijo en mi palacio, y ahora, para mi pesadumbre, tú me arrebatas mis rosas, ¡a las que amo sobre todo cuanto hay en el mundo! Será preciso que mueras, a fin de reparar esta falta.

El mercader se arrojó a sus pies, juntó las manos y rogó a la Bestia:

-Monseñor, perdóname, pues no creía ofenderte al tomar una rosa; es para una de mis hijas, que me la había pedido.

-Yo no me llamo Monseñor -respondió el monstruo-sino la Bestia. No me gustan los halagos, y sí que los hombres digan lo que sienten; no esperes conmoverme con tus lisonjas. Mas tú me has dicho que tienes hijas; estoy dispuesto a perdonarte con la condición de que una de ellas venga a morir en lugar tuyo. No me repliques: parte de inmediato; y si tus hijas rehúsan morir por ti, júrame que regresarás dentro de tres meses.

No pensaba el buen hombre sacrificar una de sus hijas a tan horrendo monstruo, pero se dijo: “Al menos me queda el consuelo de darles un último abrazo.” Juró, pues, que regresaría, y la Bestia le dijo que podía partir cuando quisiera.

-Pero no quiero que te marches con las manos vacías -añadió-. Vuelve a la estancia donde pasaste la noche: allí encontrarás un gran cofre en el que pondrás cuanto te plazca, y yo lo haré conducir a tu casa.

Dicho esto, se retiró la Bestia, y el hombre se dijo:

“Si es preciso que muera, tendré al menos el consuelo de que mis hijas no pasen hambre.”

Volvió, pues, a la estancia donde había dormido, y halló una gran cantidad de monedas de oro con las que llenó el cofre de que le hablara la Bestia, lo cerró, fue a las caballerizas en busca de su caballo y abandonó aquel palacio con una gran tristeza, pareja a la alegría con que entrara en él la noche antes en busca de albergue. Su caballo tomó por sí mismo una de las veredas que había en el bosque, y en unas pocas horas se halló de regreso en su pequeña granja.

Se juntaron sus hijas en torno suyo y, lejos de alegrarse con sus caricias, el pobre mercader se echó a llorar angustiado mirándolas. Traía en la mano el ramo de rosas que había cortado para la Bella, y al entregárselo le dijo:

-Bella, toma estas rosas, que bien caro costaron a tu desventurado padre.

Y enseguida contó a su familia la funesta aventura que acababa de sucederle. Al oírlo, sus dos hijas mayores dieron grandes alaridos y llenaron de injurias a la Bella, que no había derramado una lágrima.

-Miren a lo que conduce el orgullo de esta pequeña criatura -gritaban-. ¿Por qué no pidió adornos como nosotras? ¡Ah, no, la señorita tenía que ser distinta! Ella va a causar la muerte de nuestro padre, y sin embargo ni siquiera llora.

-Mi llanto sería inútil -respondió la Bella-. ¿Por qué voy a llorar a nuestro padre si no es necesario que muera? Puesto que el monstruo tiene a bien aceptar a una de sus hijas, yo me entregaré a su furia y me consideraré muy dichosa, pues habré tenido la oportunidad de salvar a mi padre y demostrarle a ustedes y a él mi ternura.

-No, hermana -dijeron sus tres hermanos-, tampoco es necesario que tú mueras; nosotros buscaremos a ese monstruo y lo mataremos o pereceremos bajo sus golpes.

-No hay que soñar, hijos míos -dijo el mercader-. El poderío de esa Bestia es tal que no tengo ninguna esperanza de matarla. Me conmueve el buen corazón de Bella, pero jamás la expondré a la muerte. Soy viejo, me queda poco tiempo de vida; sólo perderé unos cuantos años, de los que únicamente por ustedes siento desprenderme, mis hijos queridos.

-Te aseguro, padre mío -le dijo la Bella-, que no irás sin mí a ese palacio; tú no puedes impedirme que te siga. En parte fui responsable de tu desventura. Como soy joven, no le tengo gran apego a la vida, y prefiero que ese monstruo me devore a morirme de la pena y el remordimiento que me daría tu pérdida.

Por más que razonaron con ella no hubo forma de convencerla, y sus hermanas estaban encantadas, porque las virtudes de la joven les había inspirado siempre unos celos irresistibles. Al mercader lo abrumaba tanto el dolor de perder a su hija, que olvidó el cofre repleto de oro; pero al retirarse a su habitación para dormir su sorpresa fue enorme al encontrarlo junto a la cama. Decidió no decir una palabra a sus hijos de aquellas nuevas y grandes riquezas, ya que habrían querido retornar a la ciudad y él estaba resuelto a morir en el campo; pero reveló el secreto a la Bella, quien a su vez le confió que en su ausencia habían venido de visita algunos caballeros, y que dos de ellos amaban a sus hermanas. Le rogó que les permitiera casarse, pues era tan buena que las seguía queriendo y las perdonaba de todo corazón, a pesar del mal que le habían hecho.

 El día en que partieron la Bella y su padre, las dos perversas muchachas se frotaron los ojos con cebolla para tener lágrimas con que llorarlos; sus hermanos, en cambio, lloraron de veras, como también el mercader, y en toda la casa la única que no lloró fue la Bella, pues no quería aumentar el dolor de los otros.

Echó a andar el caballo hacia el palacio, y al caer la tarde apareció éste todo iluminado como la primera vez. El caballo se fue por sí solo a la caballeriza, y el buen hombre y su hija pasaron al gran salón, donde encontraron una mesa magníficamente servida en la que había dos cubiertos. El mercader no tenía ánimo para probar bocado, pero la Bella, esforzándose por parecer tranquila, se sentó a la mesa y le sirvió, aunque pensaba para sí:

“La Bestia quiere que engorde antes de comerme, puesto que me recibe de modo tan espléndido.”

En cuanto terminaron de cenar se escuchó un gran estruendo y el mercader, llorando, dijo a su pobre hija que se acercaba la Bestia. No pudo la Bella evitar un estremecimiento cuando vio su horrible figura, aunque procuró disimular su miedo, y al interrogarla el monstruo sobre si la habían obligado o si venía por su propia voluntad, ella le respondió que sí, temblando, que era decisión propia.

-Eres muy buena -dijo la Bestia-, y te lo agradezco mucho. Tú, buen hombre, partirás por la mañana y no sueñes jamás con regresar aquí. Nunca. Adiós, Bella.

-Adiós, señor -respondió la muchacha.

Y enseguida se retiró la Bestia.

- ¡Ah, hija mía -dijo el mercader, abrazando a la Bella- yo estoy casi muerto de espanto! Hazme caso y deja que me quede en tu sitio.

-No, padre mío -le respondió la Bella con firmeza-, tú partirás por la mañana.

Fueron después a acostarse, creyendo que no dormirían en toda la noche; mas sus ojos se cerraron apenas pusieron la cabeza en la almohada. Mientras dormía vio la Bella a una dama que le dijo:

-Tu buen corazón me hace muy feliz, Bella. No ha de quedar sin recompensa esta buena acción de arriesgar tu vida por salvar la de tu padre.

Le contó el sueño al buen hombre la Bella al despertarse; y aunque le sirvió un tanto de consuelo, no alcanzó a evitar que se lamentara con grandes sollozos al momento de separarse de su querida hija.

En cuanto se hubo marchado se dirigió la Bella a la gran sala y se echó a llorar; pero, como tenía sobrado coraje, resolvió no apesadumbrarse durante el poco tiempo que le quedase de vida, pues tenía el convencimiento de que el monstruo la devoraría aquella misma tarde. Mientras esperaba decidió recorrer el espléndido castillo, ya que a pesar de todo no podía evitar que su belleza la conmoviese. Su asombro fue aún mayor cuando halló escrito sobre una puerta: Aposento de la Bella

La abrió precipitadamente y quedó deslumbrada por la magnificencia que allí reinaba; pero lo que más llamó su atención fue una bien provista biblioteca, un clavicordio y numerosos libros de música, lo que reunía todo lo que a ella le hacía la vida placentera.

-No quiere que esté triste -se dijo en voz baja, y añadió de inmediato-: para un solo día no me habría reunido tantas cosas.

Este pensamiento reanimó su valor, y poco después, revisando la biblioteca, encontró un libro en que aparecía la siguiente inscripción en letras de oro:

Disponga, ordene, aquí es usted la reina y señora.

- ¡Ay de mí -suspiró ella-, nada deseo sino ver a mi pobre padre y saber qué está haciendo ahora!

Había dicho estas palabras para sí misma: ¡cuál no sería su asombro al volver los ojos a un gran espejo y ver allí su casa, adonde llegaba entonces su padre con el semblante lleno de tristeza! Las dos hermanas mayores acudieron a recibirlo, y a pesar de los aspavientos que hacían para aparecer afligidas, se les reflejaba en el rostro la satisfacción que sentían por la pérdida de su hermana, por haberse desprendido de la hermana que les hacía sombra con su belleza y bondad. Desapareció todo en un momento, y la Bella no pudo dejar de decirse que la Bestia era muy complaciente, y que nada tenía que temer de su parte.

Al mediodía halló la mesa servida, y mientras comía escuchó un exquisito concierto, aunque no vio a persona alguna. Esa tarde, cuando iba a sentarse a la mesa, oyó el estruendo que hacía la Bestia al acercarse, y no pudo evitar un estremecimiento.

-Bella -le dijo el monstruo-, ¿permitirías que te mirase mientras comes?

-Tú eres el dueño de esta casa -respondió la Bella, temblando.

-No -dijo la Bestia-, no hay aquí otra dueña que tú. Si te molestara no tendrías más que pedirme que me fuese, y me marcharía enseguida. Pero dime: ¿no es cierto que me encuentras muy feo?

-Así es -dijo la Bella-, pues no sé mentir; pero en cambio creo que eres muy bueno.

-Tienes razón -dijo el monstruo-, aun cuando yo no pueda juzgar mi fealdad, pues no soy más que una bestia.

-No se es una bestia -respondió la Bella- cuando uno admite que es incapaz de juzgar sobre algo. Los necios no lo admitirían.

-Come, pues -le dijo el monstruo-, y trata de pasarlo bien en tu casa, que todo cuanto hay aquí te pertenece, y me apenaría mucho que no estuvieses contenta.

-Eres muy bondadoso -respondió la Bella-. Te aseguro que tu buen corazón me hace feliz. Cuando pienso en ello no me pareces tan feo.

- ¡Oh, señora -dijo la Bestia-, tengo un buen corazón, pero no soy más que una bestia!

-Hay muchos hombres más bestiales que tú -dijo la Bella-, y mejor te quiero con tu figura, que a otros que tienen figura de hombre y un corazón corrupto, ingrato, burlón y falso.

La Bella, que ya apenas le tenía miedo, comió con buen apetito; pero creyó morirse de pavor cuando el monstruo le dijo:

-Bella, ¿querrías ser mi esposa?

Largo rato permaneció la muchacha sin responderle, ya que temía despertar su cólera si rehusaba, y por último le dijo, estremeciéndose:

-No, Bestia.

Quiso suspirar al oírla el pobre monstruo, pero de su pecho no salió más que un silbido tan espantoso, que hizo retemblar el palacio entero; sin embargo, la Bella se tranquilizó enseguida, pues la Bestia le dijo tristemente:

-Adiós, entonces, Bella -y salió de la sala volviéndose varias veces a mirarla por última vez.

Al quedarse sola, la Bella sintió una gran compasión por esta pobre Bestia.

“¡Ah, qué pena”, se dijo, “que, siendo tan bueno, sea tan feo!”

Tres apacibles meses pasó la Bella en el castillo. Todas las tardes la Bestia la visitaba, y la entretenía y observaba mientras comía, con su conversación llena de buen sentido, pero jamás de aquello que en el mundo llaman ingenio. Cada día la Bella encontraba en el monstruo nuevas bondades, y la costumbre de verlo la había habituado tanto a su fealdad, que lejos de temer el momento de su visita, miraba con frecuencia el reloj para ver si eran las nueve, ya que la Bestia jamás dejaba de presentarse a esa hora, Sólo había una cosa que la apenaba, y era que la Bestia, cotidianamente antes de retirarse, le preguntaba cada noche si quería ser su esposa, y cuando ella rehusaba parecía traspasado de dolor. Un día le dijo:

-Mucha pena me das, Bestia. Bien querría complacerte, pero soy demasiado sincera para permitirte creer que pudiese hacerlo nunca. Siempre he de ser tu amiga: trata de contentarte con esto

-Forzoso me será -dijo la Bestia-. Sé que en justicia soy horrible, pero mi amor es grande. Entretanto, me siento feliz de que quieras permanecer aquí. Prométeme que no me abandonarás nunca.

La Bella enrojeció al escuchar estas palabras. Había visto en el espejo que su padre estaba enfermo de pesar por haberla perdido, y deseaba volverlo a ver.

-Yo podría prometerte -dijo a la Bestia- que no te abandonaré nunca, si no fuese porque tengo tantas ansias de ver a mi padre, que me moriré de dolor si me niegas ese gusto.

-Antes prefiero yo morirme -dijo el monstruo-que causarte el pesar más pequeño. Te enviaré a casa de tu padre, y mientras estés allí morirá tu Bestia de pena.

- ¡Oh, no -respondió la Bella, llorando-, te quiero demasiado para tolerarlo! Prometo regresar dentro de ocho días. Me has hecho ver que mis hermanas están casadas y mis hermanos en el ejército. Mi padre se ha quedado solo. Permíteme que pase una semana en su compañía.

-Mañana estarás con él -dijo la Bestia-, pero acuérdate de tu promesa. Cuando quieras regresar no tienes más que poner tu sortija sobre la mesa a la hora del sueño. Adiós, Bella.

La Bestia suspiró, según su costumbre, al decir estas palabras, y la Bella se acostó con la tristeza de verlo tan apesadumbrado. Cuando despertó a la mañana siguiente se hallaba en casa de su padre. Sonó a poco una campanilla que estaba junto a la cama y apareció la sirvienta, quien dio un gran grito al verla. Acudió rápidamente a sus voces el buen padre, y creyó morir de alegría porque recobraba a su querida hija, con la cual estuvo abrazado más de un cuarto de hora.

Luego de estas primeras efusiones, la Bella recordó que no tenía ropas con que vestirse, pero la sirvienta le dijo que en la vecina habitación había encontrado un cofre lleno de magníficos vestidos con adornos de oro y diamantes. Agradecida a las atenciones de la Bestia, pidió la Bella que le trajesen el más modesto de aquellos vestidos y que guardasen los otros para regalárselos a sus hermanas; pero apenas había dado esta orden desapareció el cofre. Su padre comentó que sin duda la Bestia quería que conservase para sí los regalos, y al instante reapareció el cofre donde estuviera antes.

Se vistió la Bella, y entretanto avisaron a las hermanas, que acudieron en compañía de sus esposos. Las dos eran muy desdichadas en sus matrimonios, pues la primera se había casado con un gentilhombre tan hermoso como Cupido, pero que no pensaba sino en su propia figura, a la que dedicaba todos sus desvelos de la mañana a la noche, menospreciando la belleza de su esposa. La segunda, en cambio, tenía por marido a un hombre cuyo gran talento no servía más que para mortificar a todo el mundo, empezando por su esposa.

Cuando vieron a la Bella ataviada como una princesa, y más hermosa que la luz del día, las dos creyeron morir de dolor. Aunque la Bella les hizo mil caricias no les pudo aplacar los celos, que se recrudecieron cuando les contó lo feliz que se sentía. Bajaron las dos al jardín para llorar allí a sus anchas

- ¿Por qué es tan dichosa esa pequeña criatura? ¿No somos nosotras más dignas de la felicidad que ella?

-Hermana -dijo la mayor-, se me ocurre una idea. Tratemos de retenerla aquí más de ocho días: esa estúpida Bestia pensará entonces que ha roto su palabra, y quizás la devore.

-Tienes razón, hermana mía -respondió la otra-. Y para conseguirlo la llenaremos de halagos.

Y tomada esta resolución, volvieron a subir y dieron a su hermana tantas pruebas de cariño, que la Bella lloraba de felicidad. Al concluirse el plazo comenzaron a arrancarse los cabellos y a dar tales muestras de aflicción por su partida, que les prometió quedarse otros ocho días.

Sin embargo, la Bella se reprochaba el pesar que así causaba a su pobre monstruo, a quien amaba de todo corazón, y se entristecía de no verlo. La décima noche que estuvo en casa de su padre, soñó que se hallaba en el jardín del castillo, y que veía cómo la Bestia, inerte sobre la hierba, a punto de morir, la reconvenía por sus ingratitudes. Despertó sobresaltada, con los ojos llenos de lágrimas.

“¿No soy yo bien perversa”, se dijo, “pues le causo tanto pesar cuando de tal modo me quiere? ¿Tiene acaso la culpa de su fealdad y su falta de inteligencia? Su buen corazón importa más que todo lo otro. ¿Por qué no he de casarme con él? Seré mucho más feliz que mis hermanas con sus maridos. Ni la belleza ni la inteligencia hacen que una mujer viva contenta con su esposo, sino la bondad de carácter, la virtud y el deseo de agradar; y la Bestia posee todas estas cualidades. Aunque no amor, sí le tengo estimación y amistad. ¿Por qué he de ser la causa de su desdicha, si luego me reprocharía mi ingratitud toda la vida?”

Con estas palabras la Bella se levantó, puso su sortija sobre la mesa y volvió a acostarse. Apenas se tendió sobre la cama se quedó dormida, y al despertarse a la mañana siguiente vio con alegría que se hallaba en el castillo de la Bestia. Se vistió con todo esplendor por darle gusto, y creyó morir de impaciencia en espera de que fuesen las nueve de la noche; pero el monstruo no apareció al dar el reloj la hora. Creyó entonces que le habría causado la muerte, y exhalando profundos suspiros, a punto de desesperarse, recorrió la Bella el castillo entero, buscando inútilmente por todas partes. Recordó entonces su sueño y corrió por el jardín hacia el estanque junto al cual lo viera en sueños. Allí encontró a la pobre Bestia sobre la hierba, perdido el conocimiento, y pensó que había muerto. Sin el menor asomo de horror se dejó caer a su lado, y al sentir que aún le latía el corazón, tomó un poco de agua del estanque y le roció la cabeza. Abrió la Bestia los ojos y dijo a la Bella:

-Olvidaste tu promesa, y el dolor de haberte perdido me llevó a dejarme morir de hambre. Pero ahora moriré contento, pues tuve la dicha de verte una vez más.

-No, mi Bestia querida, no vas a morirte -le dijo la Bella-, sino que vivirás para ser mi esposo. Desde este momento te prometo mi mano, y juro que no perteneceré a nadie sino a ti. ¡Ah, yo creía que sólo te tenía amistad, pero el dolor que he sentido me ha hecho ver que no podría vivir sin verte!



Apenas había pronunciado estas palabras la Bella vio que todo el palacio se iluminaba con luces resplandecientes: los fuegos artificiales, la música, todo era anuncio de una gran fiesta; pero ninguna de estas bellezas logró distraerla, y se volvió hacia su querido monstruo, cuyo peligro la hacía estremecerse. ¡Cuál no sería su sorpresa! La Bestia había desaparecido y en su lugar había un príncipe más hermoso que el Amor, que le daba las gracias por haber puesto fin a su encantamiento. Aunque este príncipe mereciese toda su atención, no pudo dejar de preguntarle dónde estaba la Bestia.

-Aquí, a tus pies -le dijo el príncipe-. Cierta maligna hada me ordenó permanecer bajo esa figura, privándome a la vez del uso de mi inteligencia, hasta que alguna bella joven consintiera en casarse conmigo. En todo el mundo tú sola has sido capaz de conmoverte con la bondad de mi corazón; ni aun ofreciéndote mi corona podría demostrarte la gratitud que te guardo y nunca podré pagar la deuda que he contraído contigo.

La Bella, agradablemente sorprendida, tendió su mano al hermoso príncipe para que se levantase. Se encaminaron después al castillo, y la joven creyó morir de dicha cuando encontró en el gran salón a su padre ya toda la familia, a quienes la hermosa dama que viera en sueños había traído hasta allí.

-Bella -le dijo esta dama, que era un hada poderosa-, ven a recibir el premio de tu buena elección: has preferido la virtud a la belleza y a la inteligencia, y por tanto mereces hallar todas estas cualidades reunidas en una sola persona. Vas a ser una gran reina: yo espero que tus virtudes no se desvanecerán en el trono. Y en cuanto a ustedes, señoras -agregó el hada, dirigiéndose a sus hermanas-, conozco sus corazones y toda la malicia que encierran. Conviértanse en estatuas, pero conservan la razón adentro de la piedra que va a envolverlas. Estarán a la puerta del palacio de la Bella, y no les pongo otra pena que la de ser testigos de su felicidad. No podrán volver a su primer estado hasta que reconozcan sus faltas; pero me temo mucho que no dejarán jamás de ser estatuas. Pues uno puede recobrarse del orgullo, la cólera, la gula y la pereza; pero es una especie de milagro que se corrija un corazón maligno y envidioso.

En este punto dio el hada un golpe en el suelo con una varita y transportó a cuantos estaban en la sala al reino del príncipe. Sus súbditos lo recibieron con júbilo, y a poco se celebraron sus bodas con la Bella, quien vivió junto a él muy largos años en una felicidad perfecta, pues estaba fundada en la virtud.

 

FIN

 

 

¿Por qué he elegido este cuento?

En primer lugar, elijo este cuento por el valor que se le da a la figura femenina, una figura capaz de elegir por ella misma, sin que nadie le imponga y la obligue.

En segundo lugar, porque la historia de la Bella y la Bestia siempre ha sido siempre una de mis favoritas y en cuanto a la princesa, era y es la que mas me gusta. Es un cuento que te enseña a que en la vida hay que ser humilde, por mucha riqueza y belleza que tengas. Si eres una buena persona, con un corazón bondadoso y humilde la vida te devolverá cosas buenas, y, sin embargo, si eres como las dos hermanas de Bella, presuntuosas, orgullosas, perversas y envidiosas, recibirás lo mismo que das. Estos valores quedan muy bien plasmados en el cuento. Otro valor que se expone en el cuento es la idea de que no hay que juzgar a las personas por su aspecto físico, pues podemos equivocarnos. Hay personas cuyo físico es horrible y sin embargo personalmente son personas maravillosas, bondadosas, con buen corazón, y personas que, por el contrario, tienen un aspecto físico divino y como personas no valen nada, son egocéntricas, egoístas, retorcidas de mente, con un corazón lleno de malignidad.

Otro valor que podemos sacar del cuento es que todos somos iguales tengamos lo que tengamos, y nadie es más que nadie.

Además, como ya he dicho al principio, el papel de Bella puede que sea la manifestación mas bonita del deseo femenino de poder, en un mundo en el que por aquella época casi ninguna chica podía elegir con quien casarse. En el cuento, todas las noches Bestia le preguntaba a Bella si quería casarse con él y Bella se negaba, dejando que Bestia abandonase la mesa de la cena con un dolor inmenso.

Como dice la canción “Bella y Bestia son” de la banda sonora de la adaptación a la película de Disney:

“Debes aprender, dice la canción; que antes de juzgar, tienes que llegar hasta el corazón. Cierto como el sol, que nos da calor… No hay mayor verdad, la belleza está, en el interior…”




EDAD DE LOS RECEPTORES

Este cuento maravilloso se lo contaría a niños de 5-6 años e incluso de 7 ya que, de 5 a 7 años, la narrativa que mejor asimilan los niños son los cuentos que le presenten la fantasía de manera verosímil, enriqueciendo su mundo interior, cuentos que le presenten finales felices y justos, que le permitan desarrollar su capacidad para percibir detalles, etc, como por ejemplo los cuentos clásicos europeos o los cuentos de animales, fantasía, cuentos de hadas.

A partir de los 5 años ya pueden ir comprendiendo un poco más los valores que el cuento nos da, tales como el ser respetuoso, no creerse superior al resto, tener un buen corazón, ser bondadosos, etc.

 

ADAPTACIONES

La extensión del cuento es demasiado larga para niños de 5 y 6 años, por lo que reduciría el texto quitando algunas descripciones, y acortando los diálogos, modificando algunas palabras quizá ya un poco anticuadas y otras complicadas de entender para los niños.

La descripción de los personajes me parece adecuada, aunque quizá describiría algo mejor y con más detalle a la Bella y la Bestia.

La narración está en tercera persona, lo que me parece buena opción, aunque sí que al narrar los escenarios donde sucede esa escena, me pararía a describirlos con mayor detalle.

 

PERSONAJES

·       Protagonistas

-          La Bella

-          La Bestia

·       Antagonistas

-          Las 2 hermanas mayores de Bella

·       Secundarios

-          El padre de Bella

-          La gente del pueblo (los mercaderes y sus familias)

-          Los hermanos de Bella

-          El hada poderosa

ARQUETIPOS

-          Príncipes y princesas: la bestia era un príncipe que, debido a un encantamiento, permanecía bajo la figura de una bestia y solo casándose con una joven cuyo amor fuese verdadero, lograría romper el hechizo del hada maligna.

Por otro lado, Bella, que se convierte en princesa al casarse con el príncipe, es inocente, bella y muy buena.

-          El padre viudo: en este caso sin madrastra.

 

MOTIVOS PRINCIPALES

En primer lugar, podría decirse que se da el motivo de viajes y búsqueda, pues el padre de bella emprende un viaje cuando recibe la carta de la llegada de un navío con mercancías para él. Esto supone que se va con el fin de hacer una mejora personal que se concreta en la obtención de riquezas.

Otro motivo presente es la búsqueda del amor, muy presente desde el inicio de la obra hasta el final.

ESTRUCTURA INTERNA

Planteamiento: un padre con sus seis hijos pierde de la noche a la mañana todos sus bienes por lo que emprende un viaje para la obtención de riquezas y a su vuelta, las condiciones climáticas hacen que se desvíe por otro camino y tenga que refugiarse en un castillo, del que roba una rosa. La bestia que es el dueño del castillo le pide su muerte o la muerte de una de sus hijas.

Nudo: Bella va al castillo voluntariamente y se queda viviendo allí. Un día, a través de un espejo ve que su padre está muy enfermo y le pide a la Bestia poder ir a verle, prometiéndole volver con él al castillo. Bestia accede a dejarla ir durante 8 días.

Desenlace: tras los 8 días, Bella ve que Bestia está muriendo por su marcha y vuelve de inmediato al castillo, donde se declara y accede a casarse con él. Bestia tras escuchar las palabras de Bella se recupera y se convierte en un apuesto príncipe. Finalmente se casan y viven felices para siempre.

 

ASQUEMA MORFOLOGICO DE PROPP:

Papeles: el padre de Bella sería el héroe que emprende el viaje de búsqueda de riquezas, la princesa y un agresor que podría ser Bestia, aunque acabe siendo un príncipe bueno.

Acciones: son las ocurridas durante el planteamiento, nudo y desenlace

Funciones del cuento: El cuento maravilloso de “La Bella y la Bestia” de Jeanne Marie Leprince de Beaumont cumple con 12 de las 31 funciones establecidas por Vladimir Propp.

1. Interrogatorio. El agresor intenta obtener información. ¿Bella, querrías ser mi esposa?

2. Engaño. El agresor engaña a la víctima para apoderarse de ella o sus bienes: Mas tú me has dicho que tienes hijas; estoy dispuesto a perdonarte con la condición de que una de ellas venga a morir en lugar tuyo. No me repliques: parte de inmediato; y si tus hijas rehúsan morir por ti, júrame que regresarás dentro de tres meses. /

Y tomada esta resolución, volvieron a subir y dieron a su hermana tantas pruebas de cariño, que la Bella lloraba de felicidad. Al concluirse el plazo comenzaron a arrancarse los cabellos y a dar tales muestras de aflicción por su partida, que les prometió quedarse otros ocho días.

3. Complicidad. La víctima se deja engañar y ayuda a su enemigo: –Hermana –dijo la mayor-, se me ocurre una idea. Tratemos de retenerla aquí más de ocho días: esa estúpida Bestia pensará entonces que ha roto su palabra, y quizás la devore.

4. Fechoría. El agresor daña a uno de los miembros de la familia: –Hermana –dijo la mayor-, se me ocurre una idea. Tratemos de retenerla aquí más de ocho días: esa estúpida Bestia pensará entonces que ha roto su palabra, y quizás la devore.

5. Principio de la acción contraria. El héroe buscador decide actuar: Pero no quiero que te marches con las manos vacías –añadió-. Vuelve a la estancia donde pasaste la noche: allí encontrarás un gran cofre en el que pondrás cuanto te plazca, y yo lo haré conducir a tu casa.

6. Partida. El héroe se va de casa: El día en que partieron la Bella y su padre. /

Con estas palabras la Bella se levantó, puso su sortija sobre la mesa y volvió a acostarse. Apenas se tendió sobre la cama se quedó dormida, y al despertarse a la mañana siguiente vio con alegría que se hallaba en el castillo de la Bestia.

7. Reparación del daño. (A partir de ese momento, el relato alcanza su culminación): No, mi Bestia querida, no vas a morirte –le dijo la Bella-, sino que vivirás para ser mi esposo. Desde este momento te prometo mi mano, y juro que no perteneceré a nadie sino a ti. ¡Ah, yo creía que sólo te tenía amistad, pero el dolor que he sentido me ha hecho ver que no podría vivir sin verte!

8. Vuelta. El héroe regresa: al despertarse a la mañana siguiente vio con alegría que se hallaba en el castillo de la Bestia.

9. Socorro. El héroe es auxiliado: Sin el menor asomo de horror se dejó caer a su lado, y al sentir que aún le latía el corazón, tomó un poco de agua del estanque y le roció la cabeza.

10. Transfiguración. El héroe recibe una nueva apariencia: ¡Cuál no sería su sorpresa! La Bestia había desaparecido y en su lugar había un príncipe más hermoso que el Amor, que le daba las gracias por haber puesto fin a su encantamiento.

11. Castigo. El falso héroe o agresor es castigado: Y en cuanto a ustedes, señoras –agregó el hada, dirigiéndose a sus hermanas-, conozco sus corazones y toda la malicia que encierran. Conviértanse en estatuas, pero conserven la razón adentro de la piedra que va a envolverlas. Estarán a la puerta del palacio de la Bella, y no les pongo otra pena que la de ser testigos de su felicidad. No podrán volver a su primer estado hasta que reconozcan sus faltas; pero me temo mucho que no dejarán jamás de ser estatuas.

12. Matrimonio. El héroe se casa o asciende al trono (final feliz): Sus súbditos lo recibieron con júbilo, y a poco se celebraron sus bodas con la Bella, quien vivió junto a él muy largos años en una felicidad perfecta, pues estaba fundada en la virtud.

 

CONTEXTO EN EL QUE SE REALIZA LA ACCIÓN

Esta lectura la realizaría en clase en el momento de lectura, donde los niños pudiesen estar sentados en el suelo en circulo para después de la lectura poner en común algunos aspectos de la lectura.

PREGUNTAS PARA REALIZAR A LOS NIÑOS

¿Os ha gustado la historia?

¿Qué haríais si vuestros padres perdiesen todo lo que tienen? ¿les ayudarías como hace Bella u os comportaríais como las hermanas?

¿que haríais si a vuestro padre o madre le quisiese matar una bestia? ¿os ofreceríais vosotros para que no matasen a vuestros padres?

¿Cómo es la actitud de las dos hermanas mayores de Bella?

¿Qué le pediríais a vuestro padre que os trajera si se va de viaje como el padre e Bella?

¿Os casaríais con Bestia?

 ¿Qué ideas, valores, aprendizajes personales podemos aprender de esta historia para nuestra vida real?

BIBLIOGRAFIA

Le Prince de Beaumont, J.M. (1756). Recuperado de https://ciudadseva.com/texto/la-bella-y-la-bestia-beaumont/

Propp, V (1928): Morfología del cuento. 21 Editorial Fundamentos

Labajo, I. (2020) Literatura española, literatura infantil y educación literaria. Madrid. CSEU La Salle. (Recuperado de Moodle).

Labajo, I. (2011) Catálogo de actividades. Creación literaria. Juegos literarios. Madrid (Recuperado de Moodle)


La Cenicienta- Hermanos Grimm




Un hombre rico tenía a su mujer muy enferma, y cuando vio que se acercaba su fin, llamó a su hija única y le dijo:

 

-Querida hija, sé piadosa y buena, Dios te protegerá desde el cielo y yo no me apartaré de tu lado y te bendeciré.

 

Poco después cerró los ojos y espiró. La niña iba todos los días a llorar al sepulcro de su madre y continuó siendo siempre piadosa y buena. Llegó el invierno y la nieve cubrió el sepulcro con su blanco manto, llegó la primavera y el sol doró las flores del campo y el padre de la niña se casó de nuevo.

 

La esposa trajo dos niñas que tenían un rostro muy hermoso, pero un corazón muy duro y cruel; entonces comenzaron muy malos tiempos para la pobre huérfana.

 

-No queremos que esté ese pedazo de ganso sentada a nuestro lado, que gane el pan que coma, váyase a la cocina con la criada.

 

Le quitaron sus vestidos buenos, le pusieron una basquiña remendada y vieja y le dieron unos zuecos.

 

- ¡Qué sucia está la orgullosa princesa! -decían riéndose, y la mandaron ir a la cocina: tenía que trabajar allí desde por la mañana hasta la noche, levantarse temprano, traer agua, encender lumbre, coser y lavar; sus hermanas le hacían además todo el daño posible, se burlaban de ella y le vertían la comida en la lumbre, de manera que tenía que bajarse a recogerla. Por la noche, cuando estaba cansada de tanto trabajar, no podía acostarse, pues no tenía cama, y la pasaba recostada al lado del fuego, y como siempre estaba llena de polvo y ceniza, le llamaban la Cenicienta.

 

Sucedió que su padre fue en una ocasión a una feria y preguntó a sus hijastras lo que querían que les trajese.

 

-Un bonito vestido -dijo la una.

 

-Una buena sortija, -añadió la segunda.

 

-Y tú, Cenicienta, ¿qué quieres? -le dijo.

 

-Padre, tráeme la primera rama que encuentres en el camino.

 

Compró a sus dos hijastras hermosos vestidos y sortijas adornadas de perlas y piedras preciosas, y a su regreso, al pasar por un bosque cubierto de verdor, tropezó con su sombrero en una rama de zarza, y la cortó. Cuando volvió a su casa dio a sus hijastras lo que le habían pedido y la rama a la Cenicienta, la cual se lo agradeció; corrió al sepulcro de su madre, plantó la rama en él y lloró tanto que, regada por sus lágrimas, no tardó la rama en crecer y convertirse en un hermoso árbol. La Cenicienta iba tres veces todos los días a ver el árbol, lloraba y oraba y siempre iba a descansar en él un pajarillo, y cuando sentía algún deseo, en el acto le concedía el pajarillo lo que deseaba.

 

Celebró por entonces el rey unas grandes fiestas, que debían durar tres días, e invitó a ellas a todas las jóvenes del país para que su hijo eligiera la que más le agradase por esposa. Cuando supieron las dos hermanastras que debían asistir a aquellas fiestas, llamaron a la Cenicienta y la dijeron.

 

-Péinanos, límpianos los zapatos y ponles bien las hebillas, pues vamos a una boda al palacio del Rey.

 

La Cenicienta las escuchó llorando, pues las hubiera acompañado con mucho gusto al baile, y suplicó a su madrastra que se lo permitiese.

 

-Cenicienta -le dijo-: estás llena de polvo y ceniza y ¿quieres ir a una boda? ¿No tienes vestidos ni zapatos y quieres bailar?

 

Pero como insistiese en sus súplicas, le dijo por último:

 

-Se ha caído un plato de lentejas en la ceniza, si las recoges antes de dos horas, vendrás con nosotras:

 

-La joven salió al jardín por la puerta trasera y dijo:

 

-Tiernas palomas, amables tórtolas, pájaros del cielo, vengan todos y ayúdenme a recoger.

 

Las buenas en el puchero,

las malas en el caldero.

 

 Entraron por la ventana de la cocina dos palomas blancas, y después dos tórtolas y por último comenzaron a revolotear alrededor del hogar todos los pájaros del cielo, que acabaron por bajarse a la ceniza, y las palomas picoteaban con sus piquitos diciendo pi, pi, y los restantes pájaros comenzaron también a decir pi, pi, y pusieron todos los granos buenos en el plato. Aún no había trascurrido una hora, y ya estaba todo concluido y se marcharon volando. Llevó entonces la niña llena de alegría el plato a su madrastra, creyendo que le permitiría ir a la boda, pero ésta le dijo:

 

-No, Cenicienta, no tienes vestido y no sabes bailar, se reirían de nosotras.

 

Mas viendo que lloraba, añadió:

 

-Si puedes recoger de entre la ceniza dos platos llenos de lentejas en una hora, irás con nosotras.

 

Creyendo en su interior que no podría hacerlo, vertió los dos platos de lentejas en la ceniza y se marchó, pero la joven salió entonces al jardín por la puerta trasera y volvió a decir:

 

-Tiernas palomas, amables tórtolas, pájaros del cielo, vengan todos y ayúdenme a recoger.

 

Las buenas en el puchero,

las malas en el caldero.

 

Entraron por la ventana de la cocina dos palomas blancas, después dos tórtolas, y por último comenzaron a revolotear alrededor del hogar todos los pájaros del cielo que acabaron por bajarse a la ceniza y las palomas picoteaban con sus piquitos diciendo pi, pi, y los demás pájaros comenzaron a decir también pi, pi, y pusieron todas las lentejas buenas en el plato, y aun no había trascurrido media hora, cuando ya estaba todo concluido y se marcharon volando. Llevó la niña llena de alegría el plato a su madrastra, creyendo que le permitiría ir a la boda, pero ésta le dijo:

 

-Todo es inútil, no puedes venir, porque no tienes vestido y no sabes bailar; se reirían de nosotras.

 

Le volvió entonces la espalda y se marchó con sus orgullosas hijas.

 

En cuanto quedó sola en casa, fue la Cenicienta al sepulcro de su madre, debajo del árbol, y comenzó a decir:

 

Arbolito pequeño,

dame un vestido;

que sea, de oro y plata,

muy bien tejido.

 

El pájaro le dio entonces un vestido de oro y plata y unos zapatos bordados de plata y seda; en seguida se puso el vestido y se marchó a la boda; sus hermanas y madrastra no la conocieron, creyendo que sería alguna princesa extranjera, pues les pareció muy hermosa con su vestido de oro, y ni aun se acordaban de la Cenicienta, creyendo que estaría mondando lentejas sentada en el hogar. Salió a su encuentro el hijo del Rey, la tomó de la mano y bailó con ella, no permitiéndole bailar con nadie, pues no la soltó de la mano, y si se acercaba algún otro a invitarla, le decía:

 

-Es mi pareja.

 

Bailó hasta el amanecer y entonces decidió marcharse; el príncipe le dijo:

 

-Iré contigo y te acompañaré -pues deseaba saber quién era aquella joven, pero ella se despidió y saltó al palomar.

 

Entonces aguardó el hijo del Rey a que fuera su padre y le dijo que la doncella extranjera había saltado al palomar. El anciano creyó que debía ser la Cenicienta; trajeron una piqueta y un martillo para derribar el palomar, pero no había nadie dentro, y cuando llegaron a la casa de la Cenicienta, la encontraron sentada en el hogar con sus sucios vestidos y un turbio candil ardía en la chimenea, pues la Cenicienta había entrado y salido muy ligera en el palomar y corrido hacia el sepulcro de su madre, donde se quitó los hermosos vestidos que se llevó el pájaro y después se fue a sentar con su basquiña gris a la cocina.

 

Al día siguiente, cuando llegó la hora en que iba a principiar la fiesta y se marcharon sus padres y hermanas, corrió la Cenicienta junto al arbolito y dijo:

 

Arbolito pequeño,

dame un vestido;

que sea, de oro y plata,

muy bien tejido.

 

Entonces el pájaro le dio un vestido mucho más hermoso que el del día anterior y cuando se presentó en la boda con aquel traje, dejó a todos admirados de su extraordinaria belleza; el príncipe que la estaba aguardando le cogió la mano y bailó toda la noche con ella; cuando iba algún otro a invitarla, decía:

 

-Es mi pareja.

 

Al amanecer manifestó deseos de marcharse, pero el hijo del Rey la siguió para ver la casa en que entraba, más de pronto se metió en el jardín de detrás de la casa. Había en él un hermoso árbol muy grande, del cual colgaban hermosas peras; la Cenicienta trepó hasta sus ramas y el príncipe no pudo saber por dónde había ido, pero aguardó hasta que vino su padre y le dijo:

 

-La doncella extranjera se me ha escapado; me parece que ha saltado el peral. El padre creyó que debía ser la Cenicienta; mandó traer un hacha y derribó el árbol, pero no había nadie en él, y cuando llegaron a la casa, estaba la Cenicienta sentada en el hogar, como la noche anterior, pues había saltado por el otro lado el árbol y fue corriendo al sepulcro de su madre, donde dejó al pájaro sus hermosos vestidos y tomó su basquiña gris.

 

Al día siguiente, cuando se marcharon sus padres y hermanas, fue también la Cenicienta al sepulcro de su madre y dijo al arbolito:

 

Arbolito pequeño,

dame un vestido;

que sea, de oro y plata,

muy bien tejido.

 

 Entonces el pájaro le dio un vestido que era mucho más hermoso y magnífico que ninguno de los anteriores, y los zapatos eran todos de oro, y cuando se presentó en la boda con aquel vestido, nadie tenía palabras para expresar su asombro. El príncipe bailó toda la noche con ella y cuando se acercaba alguno a invitarla, le decía:

 

-Es mi pareja.

 

Al amanecer se empeñó en marcharse la Cenicienta, y el príncipe en acompañarla, mas se escapó con tal ligereza que no pudo seguirla, pero el hijo del Rey había mandado untar toda la escalera de pega y se quedó pegado en ella el zapato izquierdo de la joven; lo levantó el príncipe y vio que era muy pequeño, bonito y todo de oro. Al día siguiente fue a ver al padre de la Cenicienta y le dijo:

 

-He decidido que sea mi esposa a la que venga bien este zapato de oro.

 

Alegráronse mucho las dos hermanas porque tenían los pies muy bonitos; la mayor entró con el zapato en su cuarto para probárselo, su madre estaba a su lado, pero no se lo podía meter, porque sus dedos eran demasiado largos y el zapato muy pequeño. Al verlo le dijo su madre, alargándole un cuchillo:

 

-Córtate los dedos, pues cuando seas reina no irás nunca a pie.

 

La joven se cortó los dedos; metió el zapato en el pie, ocultó su dolor y salió a reunirse con el hijo del rey, que la subió a su caballo como si fuera su novia, y se marchó con ella, pero tenía que pasar por el lado del sepulcro de la primera mujer de su padrastro, en cuyo árbol había dos palomas, que comenzaron a decir.

 

No sigas más adelante,

detente a ver un instante,

que el zapato es muy pequeño

y esa novia no es su dueño.

 

 Se detuvo, le miró los pies y vio correr la sangre; volvió su caballo, condujo a su casa a la novia fingida y dijo que no era la que había pedido, que se probase el zapato la otra hermana. Entró ésta en su cuarto y se le metió bien por delante, pero el talón era demasiado grueso; entonces su madre le alargó un cuchillo y le dijo:

 

-Córtate un pedazo del talón, pues cuando seas reina, no irás nunca a pie.

 

La joven se cortó un pedazo de talón, metió un pie en el zapato, y ocultando el dolor, salió a ver al hijo del rey, que la subió en su caballo como si fuera su novia y se marchó con ella; cuando pasaron delante del árbol había dos palomas que comenzaron a decir:

 

No sigas más adelante,

detente a ver un instante,

que el zapato es muy pequeño

y esa novia no es su dueño.

 

 Se detuvo, le miró los pies, y vio correr la sangre, volvió su caballo y condujo a su casa a la novia fingida:

 

-Tampoco es esta la que busco -dijo-. ¿Tienen otra hija?

 

-No -contestó el marido- de mi primera mujer tuve una pobre chica, a la que llamamos la Cenicienta, porque está siempre en la cocina, pero esa no puede ser la novia que buscas.

 

El hijo del rey insistió en verla, pero la madre le replicó:

 

-No, no, está demasiado sucia para atreverme a enseñarla.

 Se empeñó sin embargo en que saliera y hubo que llamar a la Cenicienta. Se lavó primero la cara y las manos, y salió después a presencia del príncipe que le alargó el zapato de oro; se sentó en su banco, sacó de su pie el pesado zueco y se puso el zapato que le venía perfectamente, y cuando se levantó y le vio el príncipe la cara, reconoció a la hermosa doncella que había bailado con él, y dijo:

-Esta es mi verdadera novia.

 


La madrastra y las dos hermanas se pusieron pálidas de ira, pero él subió a la Cenicienta en su caballo y se marchó con ella, y cuando pasaban por delante del árbol, dijeron las dos palomas blancas.

 Sigue, príncipe, sigue adelante

sin parar un solo instante,

pues ya encontraste el dueño

del zapatito pequeño.

Después de decir esto, echaron a volar y se pusieron en los hombros de la Cenicienta, una en el derecho y otra en el izquierdo.

Cuando se verificó la boda, fueron las falsas hermanas a acompañarla y tomar parte en su felicidad, y al dirigirse los novios a la iglesia, iba la mayor a la derecha y la menor a la izquierda, y las palomas que llevaba la Cenicienta en sus hombros picaron a la mayor en el ojo derecho y a la menor en el izquierdo, de modo que picaron a cada una un ojo; a su regreso se puso la mayor a la izquierda y la menor a la derecha, y las palomas picaron a cada una en el otro ojo, quedando ciegas toda su vida por su falsedad y envidia.

 

FIN

 

¿Por qué he elegido este cuento?

La Cenicienta es otro de mis cuentos favoritos. A día de hoy, sigo siendo una fanática loca de los cuentos clásicos, y los de las princesas, hoy adaptadas por Disney de forma más moderna, son mis favoritos, y haciendo esta actividad disfruto muchísimo volviéndolos a leer y a analizar.

Además, es un libro que enseña muchos valores, tanto negativos; y con lo cual está mal hacerlos, y positivos, pero todos ellos te enseñan a cómo saber comportarte con las personas.

 

EDAD DE LOS RECEPTORES

Este cuento se lo contaría a niños de 5 a 7 años pues es un libro con una secuencia narrativa clara, donde hay en algunas partes repeticiones, y tiene un final feliz y justo para el personaje que ha sufrido, en este caso, La cenicienta. Además, da a conocer valores, hay repeticiones en forma de refrán, conjuro o retahíla, onomatopeyas como simulaciones de ruidos… también es un cuento donde hay animales que hablan en determinadas ocasiones y sobre todo que se trata de un cuento de hadas o maravilloso que les encanta a los niños de esas edades.


ADAPTACIONES

En este cuento no haría ninguna adaptación pues la extensión del cuento no es larga, el lenguaje es sencillo, con diálogos, repeticiones, frases y palabras sonoras.

PERSONAJES

- Protagonistas

- Cenicienta

- Príncipe

-Antagonistas

-Madrastra

-Hermanastras (las dos hijas de la madrastra)

-Secundarios

- Árbol y palomas: equivalente al elemento sobrenatural que ayuda al personaje principal.

 ARQUETIPOS

- Madrastra: que tiene envidia de la belleza de Cenicienta, Es mala y pretenciosa. Representa el lado negativo de la maternidad.

- El padre viudo: está sometido a la voluntad de la madrastra.

Príncipes y princesas: el príncipe es hermoso y valiente y busca el amor. La Cenicienta, futura princesa, es bella, y muy buena

MOTIVO DEL CUENTO:

El motivo de este cuento es el del huérfano maltratado. La Cenicienta, huérfana de madre, es maltratada por su madrastra y por sus dos hermanastras.

Otro motivo que se da en el cuento es el de la búsqueda del amor por parte del príncipe que celebra 3 bailes para elegir esposa, y en los cuales, las tres veces baila con Cenicienta.

 

ESTRUCTURA INTERNA

- Planteamiento: la madre de Cenicienta muere, y más tarde el padre se casa con la madrastra que hará sufrir a la protagonista.

-  Nudo: El rey anuncia la celebración de tres bailes con invitación a todas las jóvenes del país para que su hijo, el príncipe, eligiera esposa. La madrastra y las hermanastras le prohíben a Cenicienta asistir a los bailes, pero ésta, con la ayuda del árbol y las aves consigue ir al baile y no solo una noche, sino tres noches.

-   Desenlace feliz: el príncipe, enamorado de la joven con la que baila en las tres noches, va a buscar a Cenicienta, y para ello, probará el zapato que Cenicienta dejó pegado en las escaleras debido a que el príncipe las untó de pegamento para que no se pudiera escapar. Cuando Cenicienta se prueba el zapato y el príncipe la mira a los ojos, la reconoce enseguida y se marchan juntos a vivir felices para siempre.

 

ESQUEMA MORFOLOGICO DE PROPP

-Papeles: el agresor corresponde a la madrastra y sus dos hijas, hay un príncipe y una princesa, el padre de Cenicienta y el donante que corresponde al pájaro que le da las vestimentas de los bailes

-Acciones: son las que corresponden al planteamiento, nudo y desenlace.

-Funciones: En este cuento folclórico se observan las siguientes funciones:

-Prohibición. Esta función ocurre varias veces, pero la principal es cuando no dejan a cenicienta seguir llevando la vida que llevaba y la prohíben ir al baile.

-Transgresión. La madrastra y hermanastras maltratan continuamente a la protagonista.

-Engaño. La madrastra engaña a la protagonista dándole esperanzas de acudir al baile real.

-Carencia. Cenicienta tiene la falta de su madre, a la que va a llorar y visitar a la tumba 3 veces al día.

-Donante. Acto en el que el pájaro le aporta la vestimenta necesaria para asistir al baile.

-Tarea cumplida. Acude al baile, el príncipe se enamora de ella, y durante los tres días solo baila con ella.

-Reconocimiento. El príncipe va a buscarla y reconoce a Cenicienta, la chica con la que ha bailado en esas tres noches y de la que se ha enamorado.

-Descubrimiento. La madrastra, las hermanastras y el padre descubren que verdaderamente Cenicienta es la princesa elegida.

-Castigo. Las palomas que ayudan a cenicienta castigan a las hermanastras por la maldad y el sufrimiento producido.

-Matrimonio. La historia acaba con el matrimonio del príncipe y Cenicienta.

 

CONTEXTO EN EL QUE SE REALIZA LA ACCIÓN

Es un cuento que contaría en la hora del cuento y que reflexionaría bastante con los niños. De nuevo la lectura la haría con los niños en circulo y todos sentados en el suelo, la profe incluida.

 

PREGUNTAS PARA REALIZAR A LOS NIÑOS

Imaginaros que vosotros fueseis la Cenicienta, ¿os escaparíais al baile del príncipe?

¿Qué haríais si os quitaran vuestras cosas y os pusieran a limpiar como a Cenicienta?

¿hay hadas madrinas en vuestra vida? 

¿qué hacen las hadas madrinas? 

¿hay alguien en vuestra vida que haga eso mismo aunque no tenga poderes?

¿Creéis que a Cenicienta le da miedo ir sola al baile por la tarde-noche? ¿A vosotros os daría miedo?

¿Qué ideas, valores, aprendizajes personales podemos aprender de esta historia para nuestra vida real?

BIBLIOGRAFIA

Grimm, Hermanos. (1812). La Cenicienta. Recuperado de https://ciudadseva.com/texto/la-cenicienta-grimm/

Propp, V (1928): Morfología del cuento. 21 Editorial Fundamentos

Labajo, I. (2020) Literatura española, literatura infantil y educación literaria. Madrid. CSEU La Salle. (Recuperado de Moodle).

Labajo, I. (2011) Catálogo de actividades. Creación literaria. Juegos literarios. Madrid (Recuperado de Moodle)

 

CONCLUSIÓN:

Considero que es importante contar cuentos folclóricos en clase para estimular la imaginación y la fantasía de los niños, además de transmitir cada uno de ellos diferentes maneras de ser de los personajes, distintas tradiciones, y diferentes maneras de pensar. Además, al contarlo oralmente estaremos estimulando en el niño la capacidad de atención y su capacidad de escucha.  Por todo ello, se hace imprescindible que este tipo de literatura conserve su oralidad, incluso cuando trabajamos en el último ciclo, y se reserven otro tipo de textos más modernos y de transmisión escrita para acercar al niño a los libros. Una regla imprescindible para el maestro: Los textos folclóricos son para contar y cantar; los textos de autor, para leer.

Este tipo de cuentos suele estar muy amenazado por la sociedad de hoy por la representación de la figura de la mujer, según la sociedad, muy machista. En primer lugar, creo que cuando leamos en general, sea cuento, literatura de autor, etc., etc., debemos situarnos en la época en la que se cuenta, eso lo primero. En este caso, los cuentos folclóricos se remontan hace siglos y se han ido transmitiendo de generación a generación y de época a época. Estos dos cuentos fueron publicados en 1756 en el caso de la bella y la bestia y 1812 en el caso de la cenicienta de los Hermanos Grimm. Lo que quiero decir con esto es que al leer estos cuentos debemos ser conscientes del panorama de aquella época, y saber que tradiciones, cultura y pensamientos tenían aquellas personas de entonces.

Por otro lado, he querido poner el cuento de la bella y la bestia no solo porque sea mi princesa favorita, sino por que es precisamente un cuento donde se ensalza la figura femenina y su poder. Bella tenia muchas peticiones de casamiento y todas las rechazaba hasta que llegó el hombre con el que de verdad quería casarse y aceptó. En 1756 las mujeres no tenían el poder de elegir con quien casarse, y sin embargo se cuenta un cuento donde la protagonista sí elige con quien pasar y compartir su vida. Y puede que este cuento no sea el mejor ejemplo de cuento de hadas, pero solo por el valor que se le da a la figura femenina merecía la pena analizarlo y ponerlo.

La cenicienta sí cumple mas los requisitos de cuentos de hadas y también da valores que quisiera que los niños de mi clase aprendiesen.

Además, ya para finalizar, ¿A quién no le gusta sentirse como princesa de cuento en alguna ocasión?  ¿ O a quien no le ha gustado y le sigue gustando imaginar la llegada de su amor verdadero?  Y más en los tiempos que corren…

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